martes, 30 de junio de 2020

Motivación personal — Descubre la tuya (parte II)

Inicialmente visto en: www.fluenting.com

Continuamos con la motivación personal. En la parte I, te hablé de tres tipos de motivación.

Te comenté que los factores clave de una motivación intrínseca son...

  1. Autonomía — el deseo de dirigir tu propia vida y tu trabajo.
  2. Maestría — el impulso de ser mejor en algo que importa.
  3. Propósito — el anhelo de hacer algo que contribuya a una causa más grande que tú mismo

La motivación extrínseca (1.0 y 2.0) se alimenta de nuestros instintos.

Nuestros comportamientos indican si la motivación es externa o interna. La motivación extrínseca funciona porque todos estamos diseñados para sobrevivir, evitar el dolor y perseguir el placer. Nacemos con un sistema nervioso capaz de aprender a base de amenazas de muerte, palos y zanahorias. Hasta aquí nada nuevo.

La motivación intrínseca es diferente.

No se nace con ella. Se aprende. Podemos movernos con una fuerza sin igual: nuestra voluntad. Gracias al desarrollo de nuestro sistema nervioso y del neocórtex, en lugar de ser esclavos de los instintos, tenemos margen para actuar libremente. Al menos mucho más que otros seres vivos.

Este libre albedrío permite comportamientos que no vienen de serie. Nuestra libertad es un ‘extra’ que amplía nuestra autonomía y adaptabilidad. Se ejercita haciendo las cosas a propósito (en lugar de sin querer, o porque te obligan). Esta flexibilidad es un potencial que nos sirve para superar las adversidades, ser diestros en lo que elijamos, aprender con alegría y pasión, sobrevivir y crecer óptimamente, sin caer en la pedagogía venenosa que cree que la letra con sangre entra. 

A la larga, hacer las cosas porque tú quieres, compensa. Actuar con libertad genera resultados superiores que si te mueves por presiones externas.

Para dejarlo bien claro: hacer algo porque uno quiere no significa despreciar el dinero, ni el reconocimiento o trabajar por menos de lo que valen tus servicios. Significa que esas recompensas tienen su mérito, pero juegan un rol distinto porque no son lo único que te importa.

¿Cómo aumentar tu autonomía?

Sentimos que ‘mandamos sobre nuestra vida’ en la medida en que tenemos control sobre estas 4T's:

  • Tarea — Elegir a qué actividades nos dedicamos
  • Tiempo — Escoger cuándo hacemos nuestras tareas
  • Técnica — Decidir cómo hacer nuestro trabajo
  • Tribu — Establecer con quién colaboramos

Si te sientes atrapado o desmotivado repasa estas 4T's, identifica qué te falta y busca soluciones.

Y para ser realmente bueno en algo, ¿qué necesitas?

En primer lugar hace falta una condición previa: fluir.

Fluir significa que la dificultad de la tarea que tienes por delante está en su justa medida: no es tan fácil que te resulte aburrida, ni tan difícil que te agobie o te parezca imposible. Fluyes cuando el reto está a la altura de tu preparación actual. En estado de flujo, la actividad te absorbe; el tiempo pasa más deprisa, casi sin sentir.

Entrar en ese fluir una y otra vez es necesario para ser un maestro, pero no es suficiente. Se requieren otras tres cualidades más:

  1. Mentalidad adecuada — Comprender que cualquier destreza es infinitamente mejorable. Todo se puede hacer un poco mejor.
  2. Aguante — Estar dispuesto a esforzarse para adaptarse al reto, aprender y crecer. Estar dispuesto a pagar el precio: aceptar el dolor y la ansiedad que conlleva ser grande en algo.
  3. Deportividad — Más alto, más rápido, más lejos. Hablamos de humildad. Se trata de progresión, no de perfección. La perfección —como el horizonte— no está para ser alcanzada, sino para orientarnos y servirnos de inspiración y guía.

¿Para qué sirve un propósito y cómo se llega a tener uno?

Un propósito es simplemente una causa mayor y más duradera que nosotros mismos.

De serie, todos los seres vivos hacen cuanto está en su mano para sobrevivir. Solo los seres humanos, que saben que algún día han de morir, tienen una opción extra (no es obligatoria). ¿Cuál es ese ‘extra’ específicamente humano? Sencillamente que las personas pueden dar a su vida un sentido más hondo que la mera supervivencia.

Un propósito armoniza y da un contexto a nuestra autonomía y potenciales. Es decir, que podemos dar sentido a nuestra vida. Tenemos el poder de trabajar por algo que merece la pena (la esencia del amor). Cada uno decide qué legar a la humanidad para facilitar o dificultar su supervivencia, su crecimiento y su expresión libre, consciente y creativa.

¡Vivir es un arte, no una ciencia! 

Ser práctico no debe de estar reñido con hacer aquello que tiene sentido para ti. Por ejemplo, puedes ganar dinero con tu negocio y hacer de este mundo un lugar mejor. La productividad o la competitividad son compatibles con el honor, la belleza o la bondad.

¿Qué es más importante para una vida plena, el dinero (utilidad) o el propósito (finalidad)?

Un grupo de investigadores fueron a buscar la respuesta entre la población de universitarios. Algunos estudiantes tenían aspiraciones extrínsecas, como ser ricos o famosos. Otros las tenían intrínsecas, se proponían ayudar a otros a mejorar sus vidas, aprender y crecer.

Haciendo seguimiento dos años después de su graduación el grupo de motivación personal intrínseca, tenía menos ansiedad y menos depresión, mayor bienestar y satisfacción que cuando estaban en la universidad.

Los otros, de motivación personal extrínseca, no eran más felices. Peor aún, tenían más ansiedad, depresión y otros indicadores negativos a pesar de haber conseguido o estar realizando sus metas.

Creer que para ser feliz basta con tener metas puede llevarte por una vía de autodestrucción. No basta con tener metas, hace falta que tus metas tengan sentido.

El futuro pertenece a los que conecten con una mayor motivación que la recompensa o castigo. Para gozar de una vida más plena necesitas una motivación personal intrínseca. Ese tipo de motivación personal proviene de nuestro deseo profundo de dirigir nuestras vidas, expandir y aumentar nuestras destrezas y llevar una vida cargada de sentido.

Plan de acción para desarrollar tu motivación personal

Pon en marcha tu motivación 3.0 aplicando una o varias de estas ideas:

Estrategia #1: Fomenta un estado de flujo

Por ejemplo, haz que el reloj de tu móvil o de tu ordenador salte por azar en 30 momentos distintos. Cada vez que suene pregúntate qué estás haciendo, cómo te sientes y si te sientes fluir.

Anota tus respuestas y busca los patrones:

  • ¿En qué momentos te has sentido fluir? ¿En qué trabajabas? ¿Cómo lo hacías? ¿Con quién?
  • ¿Cómo podrías reestructurar tu día a día basándote en lo que has descubierto?
  • ¿Qué has averiguado sobre tu auténtica fuente de motivación intrínseca?

Estrategia #2: Hazte una gran pregunta

Para conectar con tu propósito imagina que una gran frase resumiera tu vida, ¿cuál sería?

Por ejemplo:

  1. Inventó un dispositivo que hizo la vida de los enfermos del corazón más amable.
  2. Fue un padre excepcional de 2 niños felices que se convirtieron en adultos sanos, libres y asombrosos.

Estrategia #3: Concreta tu propósito

Contesta en una sola frase a cada una de estas dos preguntas para resumir tu propósito:

  1. ¿Qué hace que te levantes cada mañana?
  2. ¿Qué te mantiene aún despierto a última hora de la noche?

Estrategia #4: Acércate 5 pasos a la maestría

Según el psicólogo Anders Ericsson una 'práctica deliberada' es la clave para llegar a ser un maestro. Estos son los pasos:

Paso 1: Recuerda que solo hay un objetivo: mejorar el desempeño. Así que no hagas siempre lo mismo, haz cambios, fíjate metas nuevas y esfuérzate por llegar un poco más lejos cada vez.

Paso 2: Repetir, repetir y repetir. Un profesional del baloncesto no hace 10 tiros libres al final del entrenamiento; hace 500.

Paso 3: Busca feedback constantemente de alguien con criterio. Si no sabes qué estás haciendo mal, no sabrás que necesitas mejorar.

Paso 4: Focalízate sin piedad donde necesites ayuda. Tendrás que entrenar tus fortalezas y trabajar para reducir tus debilidades.

Paso 5: Asume que el proceso será física y mentalmente extenuante.  Por eso muy pocos llegan a maestros en algo, pero es lo que hace a los maestros.

Ahora debería quedar claro por qué la motivación extrínseca es insuficiente. Simplemente, los palos y las zanahorias no bastan para estar a la altura de los retos actuales a la hora de organizar, pensar y hacer lo que hacemos.

Para saber más sobre este tema te recomiendo leer: La sorprendente verdad sobre qué nos motiva, de Daniel H. Pink

Es hora de abrazar una motivación personal más significativa. Los elementos esenciales para activar ese proceso de motivación 3.0 son los siguientes:

  1. Autonomía, impulsada por las 4T’s: Tarea, Tiempo, Técnica, Tribu
  2. Maestría, que requiere fluir y la mentalidad de un campeón
  3. Propósito, que supone expresar con libertad quién eres y contribuir a una causa en la que crees.

(NOTA: Si de verdad quieres impulsar tu motivación y conectar con tu poder interior, prueba esto)

El blog post Motivación personal — Descubre la tuya (parte II) fue inicialmente escrito para: https://www.fluenting.com



source https://www.fluenting.com/motivacion-personal-ii

Motivación personal — Descubre la tuya (parte II)

Originalmente escrito para: fluenting

Continuamos con la motivación personal. En la parte I, te hablé de tres tipos de motivación.

Te comenté que los factores clave de una motivación intrínseca son...

  1. Autonomía — el deseo de dirigir tu propia vida y tu trabajo.
  2. Maestría — el impulso de ser mejor en algo que importa.
  3. Propósito — el anhelo de hacer algo que contribuya a una causa más grande que tú mismo

La motivación extrínseca (1.0 y 2.0) se alimenta de nuestros instintos.

Nuestros comportamientos indican si la motivación es externa o interna. La motivación extrínseca funciona porque todos estamos diseñados para sobrevivir, evitar el dolor y perseguir el placer. Nacemos con un sistema nervioso capaz de aprender a base de amenazas de muerte, palos y zanahorias. Hasta aquí nada nuevo.

La motivación intrínseca es diferente.

No se nace con ella. Se aprende. Podemos movernos con una fuerza sin igual: nuestra voluntad. Gracias al desarrollo de nuestro sistema nervioso y del neocórtex, en lugar de ser esclavos de los instintos, tenemos margen para actuar libremente. Al menos mucho más que otros seres vivos.

Este libre albedrío permite comportamientos que no vienen de serie. Nuestra libertad es un ‘extra’ que amplía nuestra autonomía y adaptabilidad. Se ejercita haciendo las cosas a propósito (en lugar de sin querer, o porque te obligan). Esta flexibilidad es un potencial que nos sirve para superar las adversidades, ser diestros en lo que elijamos, aprender con alegría y pasión, sobrevivir y crecer óptimamente, sin caer en la pedagogía venenosa que cree que la letra con sangre entra. 

A la larga, hacer las cosas porque tú quieres, compensa. Actuar con libertad genera resultados superiores que si te mueves por presiones externas.

Para dejarlo bien claro: hacer algo porque uno quiere no significa despreciar el dinero, ni el reconocimiento o trabajar por menos de lo que valen tus servicios. Significa que esas recompensas tienen su mérito, pero juegan un rol distinto porque no son lo único que te importa.

¿Cómo aumentar tu autonomía?

Sentimos que ‘mandamos sobre nuestra vida’ en la medida en que tenemos control sobre estas 4T's:

  • Tarea — Elegir a qué actividades nos dedicamos
  • Tiempo — Escoger cuándo hacemos nuestras tareas
  • Técnica — Decidir cómo hacer nuestro trabajo
  • Tribu — Establecer con quién colaboramos

Si te sientes atrapado o desmotivado repasa estas 4T's, identifica qué te falta y busca soluciones.

Y para ser realmente bueno en algo, ¿qué necesitas?

En primer lugar hace falta una condición previa: fluir.

Fluir significa que la dificultad de la tarea que tienes por delante está en su justa medida: no es tan fácil que te resulte aburrida, ni tan difícil que te agobie o te parezca imposible. Fluyes cuando el reto está a la altura de tu preparación actual. En estado de flujo, la actividad te absorbe; el tiempo pasa más deprisa, casi sin sentir.

Entrar en ese fluir una y otra vez es necesario para ser un maestro, pero no es suficiente. Se requieren otras tres cualidades más:

  1. Mentalidad adecuada — Comprender que cualquier destreza es infinitamente mejorable. Todo se puede hacer un poco mejor.
  2. Aguante — Estar dispuesto a esforzarse para adaptarse al reto, aprender y crecer. Estar dispuesto a pagar el precio: aceptar el dolor y la ansiedad que conlleva ser grande en algo.
  3. Deportividad — Más alto, más rápido, más lejos. Hablamos de humildad. Se trata de progresión, no de perfección. La perfección —como el horizonte— no está para ser alcanzada, sino para orientarnos y servirnos de inspiración y guía.

¿Para qué sirve un propósito y cómo se llega a tener uno?

Un propósito es simplemente una causa mayor y más duradera que nosotros mismos.

De serie, todos los seres vivos hacen cuanto está en su mano para sobrevivir. Solo los seres humanos, que saben que algún día han de morir, tienen una opción extra (no es obligatoria). ¿Cuál es ese ‘extra’ específicamente humano? Sencillamente que las personas pueden dar a su vida un sentido más hondo que la mera supervivencia.

Un propósito armoniza y da un contexto a nuestra autonomía y potenciales. Es decir, que podemos dar sentido a nuestra vida. Tenemos el poder de trabajar por algo que merece la pena (la esencia del amor). Cada uno decide qué legar a la humanidad para facilitar o dificultar su supervivencia, su crecimiento y su expresión libre, consciente y creativa.

¡Vivir es un arte, no una ciencia! 

Ser práctico no debe de estar reñido con hacer aquello que tiene sentido para ti. Por ejemplo, puedes ganar dinero con tu negocio y hacer de este mundo un lugar mejor. La productividad o la competitividad son compatibles con el honor, la belleza o la bondad.

¿Qué es más importante para una vida plena, el dinero (utilidad) o el propósito (finalidad)?

Un grupo de investigadores fueron a buscar la respuesta entre la población de universitarios. Algunos estudiantes tenían aspiraciones extrínsecas, como ser ricos o famosos. Otros las tenían intrínsecas, se proponían ayudar a otros a mejorar sus vidas, aprender y crecer.

Haciendo seguimiento dos años después de su graduación el grupo de motivación personal intrínseca, tenía menos ansiedad y menos depresión, mayor bienestar y satisfacción que cuando estaban en la universidad.

Los otros, de motivación personal extrínseca, no eran más felices. Peor aún, tenían más ansiedad, depresión y otros indicadores negativos a pesar de haber conseguido o estar realizando sus metas.

Creer que para ser feliz basta con tener metas puede llevarte por una vía de autodestrucción. No basta con tener metas, hace falta que tus metas tengan sentido.

El futuro pertenece a los que conecten con una mayor motivación que la recompensa o castigo. Para gozar de una vida más plena necesitas una motivación personal intrínseca. Ese tipo de motivación personal proviene de nuestro deseo profundo de dirigir nuestras vidas, expandir y aumentar nuestras destrezas y llevar una vida cargada de sentido.

Plan de acción para desarrollar tu motivación personal

Pon en marcha tu motivación 3.0 aplicando una o varias de estas ideas:

Estrategia #1: Fomenta un estado de flujo

Por ejemplo, haz que el reloj de tu móvil o de tu ordenador salte por azar en 30 momentos distintos. Cada vez que suene pregúntate qué estás haciendo, cómo te sientes y si te sientes fluir.

Anota tus respuestas y busca los patrones:

  • ¿En qué momentos te has sentido fluir? ¿En qué trabajabas? ¿Cómo lo hacías? ¿Con quién?
  • ¿Cómo podrías reestructurar tu día a día basándote en lo que has descubierto?
  • ¿Qué has averiguado sobre tu auténtica fuente de motivación intrínseca?

Estrategia #2: Hazte una gran pregunta

Para conectar con tu propósito imagina que una gran frase resumiera tu vida, ¿cuál sería?

Por ejemplo:

  1. Inventó un dispositivo que hizo la vida de los enfermos del corazón más amable.
  2. Fue un padre excepcional de 2 niños felices que se convirtieron en adultos sanos, libres y asombrosos.

Estrategia #3: Concreta tu propósito

Contesta en una sola frase a cada una de estas dos preguntas para resumir tu propósito:

  1. ¿Qué hace que te levantes cada mañana?
  2. ¿Qué te mantiene aún despierto a última hora de la noche?

Estrategia #4: Acércate 5 pasos a la maestría

Según el psicólogo Anders Ericsson una 'práctica deliberada' es la clave para llegar a ser un maestro. Estos son los pasos:

Paso 1: Recuerda que solo hay un objetivo: mejorar el desempeño. Así que no hagas siempre lo mismo, haz cambios, fíjate metas nuevas y esfuérzate por llegar un poco más lejos cada vez.

Paso 2: Repetir, repetir y repetir. Un profesional del baloncesto no hace 10 tiros libres al final del entrenamiento; hace 500.

Paso 3: Busca feedback constantemente de alguien con criterio. Si no sabes qué estás haciendo mal, no sabrás que necesitas mejorar.

Paso 4: Focalízate sin piedad donde necesites ayuda. Tendrás que entrenar tus fortalezas y trabajar para reducir tus debilidades.

Paso 5: Asume que el proceso será física y mentalmente extenuante.  Por eso muy pocos llegan a maestros en algo, pero es lo que hace a los maestros.

Ahora debería quedar claro por qué la motivación extrínseca es insuficiente. Simplemente, los palos y las zanahorias no bastan para estar a la altura de los retos actuales a la hora de organizar, pensar y hacer lo que hacemos.

Para saber más sobre este tema te recomiendo leer: La sorprendente verdad sobre qué nos motiva, de Daniel H. Pink

Es hora de abrazar una motivación personal más significativa. Los elementos esenciales para activar ese proceso de motivación 3.0 son los siguientes:

  1. Autonomía, impulsada por las 4T’s: Tarea, Tiempo, Técnica, Tribu
  2. Maestría, que requiere fluir y la mentalidad de un campeón
  3. Propósito, que supone expresar con libertad quién eres y contribuir a una causa en la que crees.

(NOTA: Si de verdad quieres impulsar tu motivación y conectar con tu poder interior, prueba esto)

Motivación personal — Descubre la tuya (parte II) fue originalmente publicado en: FLUENTING

lunes, 29 de junio de 2020

Motivación personal — Descubre la tuya (parte I)

Se ha publicado de: Blog de Fluenting

Desencadena tu auténtico poder: aprende a conectar con tu motivación para ganar en todas las facetas de tu vida. Te aguarda un mundo mejor que verás lleno de sentido y de posibilidades.

En este artículo descubrirás tres tipos de motivación. Sabrás cuál de ellas te abrirá las puertas de la felicidad y la productividad.

Conceptual image - way to freedom

Comprenderás también por qué las recompensas externas, como el reconocimiento o los premios, no son siempre la forma más eficaz de motivación para ti, para tu equipo o tus empleados.

Aprenderás a focalizar mejor que nunca todo tu potencial, como si fuera un láser. En primer lugar, encontrarás una causa significativa y duradera a la que contribuir. Luego, te fijarás unas metas acordes con lo que quieres conseguir. Finalmente, buscarás las palabras y las políticas que te den el apoyo necesario para lograr esas metas.

Hay un gran vacío entre lo que la ciencia sabe y lo que se hace hoy día para motivar. Los sistemas educativos, nuestro entorno laboral y la forma de tratar a nuestros hijos se centran en motivaciones externas. Sin embargo, la intimidación o los castigos y las recompensas no permiten un rendimiento óptimo de nuestro potencial.

Motivación 1.0, 2.0 y 3.0 —¿Cuál es la tuya?…

Motivación 1.0

50.000 años atrás la motivación del ser humano era simple: sobrevivir a las amenazas del entorno. Impedir que nos devorase un cocodrilo era la guía principal de nuestras motivaciones. Huir, luchar, comer, descansar y procrear eran las actividades fundamentales en aquel momento.

Durante años funcionó bien, pero conforme las sociedades crecieron y la necesidad de cooperación aumentó, surgió paulatinamente una nueva forma de operar...

Motivación 2.0

A parte de sobrevivir, también buscamos recompensas y queremos evitar el castigo.

Este sistema de motivación refuerza mediante el placer o el dolor el comportamiento que se desea ver.

Pero esta forma de motivar con el palo y la zanahoria ya no funciona tan bien como solía hacerlo. Deja de funcionar porque es incompatible con la evolución de las sociedades contemporáneas, sus empresas y el nuevo trabajador del conocimiento.

No es compatible en tres áreas en particular:

1. Cómo organizamos nuestras actividades
2. Cómo evaluamos lo que hacemos
3. Cómo hacemos lo que hacemos

La motivación 2.0 es incompatible con la forma de organizar nuestro trabajo porque muchos proyectos ya no son de código cerrado, para defender los intereses de un colectivo en competencia con los de otros. Hoy existen nuevos modelos de negocio y de colaboración más sinérgicos y abiertos.

Las iniciativas con afán de contribuir más que de competir, como los proyectos de código abierto, están triunfando. En estos proyectos, los trabajadores regalan su producto y no reciben recompensas externas por sus esfuerzos. Algunas de estas empresas cuentan con millones de usuarios contentos, por ejemplo:

  • El navegador Firefox, tiene 150 millones de usuarios.
  • Linux, creado por una legión de programadores no remunerados, da vida a uno de cada cuatro servidores corporativos.
  • Wikipedia cuenta con millones de artículos en más de 250 idiomas diferentes, todos ellos escritos por voluntarios no remunerados.

Como han demostrado varios académicos, estos proyectos de código abierto funcionan gracias a la motivación intrínseca, que depende de factores internos propios de cada individuo. Sin embargo, los viejos modelos de negocio confían en la motivación extrínseca; es decir, el palo y la zanahoria, que son iguales para todos.

Hacer las cosas por motivación personal te compensa y te da buena energía

Dos profesores del MIT y un consultor del prestigioso Boston Consulting Group realizaron una encuesta. Encontraron que la razón número uno por la que 684 desarrolladores de proyectos participaban en iniciativas de código abierto era por el gozo que produce la motivación intrínseca; es decir, por lo creativa que la persona se siente cuando está trabajando en el proyecto.

La motivación 2.0 asume, en gran medida, que somos robots racionales que maximizan zanahorias y otras riquezas. Pero ya ni siquiera la mayoría de economistas lo creen así.

Considera lo siguiente:

  • No ahorramos lo suficiente para la jubilación aunque racionalmente es una clara ventaja económica el hacerlo.
  • Nos apegamos a las malas inversiones más de lo que deberíamos, porque sentimos mucho más dolor por perder dinero que por ganar la misma cantidad de dinero.

No somos tan racionales como pensábamos. Incontables estudios han demostrado que los seres humanos no siempre nos comportamos racionalmente por nuestro propio interés (ver, por ejemplo, Las Trampas del Deseo, de Dan Ariely).

Tampoco tenemos todos el mismo tipo de ocupación. Algunos aún tienen trabajos rutinarios que no les ofrecen un gran estímulo y que otros les dirigen. Pero un número creciente de personas gestionan su propia labor. Tienen trabajos complejos, interesantes y que les suponen un desafío constante.

El trabajo ya no es tan algorítmico, se ha vuelto heurístico (iterativo, experimental). El trabajo robótico está amenazado de muerte por el despido tecnológico. El futuro pertenece al trabajo creativo, tan lleno de posibilidades como escribir un libro, diseñar un antibiótico o crear una campaña de marketing, por ejemplo.

Los trabajos algorítmicos, como el de cajero de una cadena de supermercados, están disminuyendo.

Investigadores como Teresa Amabile, de la Harvard Business School, han encontrado que las recompensas y castigos externos funcionan bien con los trabajos algorítmicos. Pero pueden ser devastadores en trabajos heurísticos, donde la motivación extrínseca puede impedir la creatividad necesaria para inventar algo nuevo.

Las empresas necesitan personas automotivadas que tengan pasión por su trabajo porque los costes de seguimiento y control de un empleado que se aburre son enormes.

Nadie gestiona a los colaboradores de Wikipedia, nadie se sienta a fijar incentivos para motivarlos. Esos costes se los ahorran y quedan para incentivar los trabajos pesados que casi nadie disfruta haciendo y que precisan de supervisión. Los puestos más interesantes son para los trabajadores del conocimiento que requieren de más autonomía y de mayor iniciativa personal.

¿Cuáles son los tres elementos esenciales que impulsan la motivación 3.0?

Las tres fuerzas que conducen a una motivación personal intrínseca son:

  1. Autonomía — el deseo de dirigir nuestras propias vidas y nuestro trabajo.
  2. Maestría — el impulso de ser cada vez mejor en algo que realmente importa.
  3. Propósito — el anhelo de hacer algo que contribuya a una causa más grande que nosotros mismos.

En "Motivación personal — (parte II)" te hablaré más detalladamente de estos 3 elementos. Sabrás qué es más importante para una vida plena ¿el dinero (utilidad) o el propósito (finalidad)? Y descubrirás algunas estrategias para poner en marcha las ideas que compartiré contigo.

(NOTA: Si de verdad quieres impulsar tu motivación y conectar con tu poder interior, prueba esto)

El anterior post Motivación personal — Descubre la tuya (parte I) se ha publicado de: https://www.fluenting.com



source https://www.fluenting.com/motivacion-personal

Motivación personal — Descubre la tuya (parte I)

Inicialmente publicado en: https://www.fluenting.com/

Desencadena tu auténtico poder: aprende a conectar con tu motivación para ganar en todas las facetas de tu vida. Te aguarda un mundo mejor que verás lleno de sentido y de posibilidades.

En este artículo descubrirás tres tipos de motivación. Sabrás cuál de ellas te abrirá las puertas de la felicidad y la productividad.

Conceptual image - way to freedom

Comprenderás también por qué las recompensas externas, como el reconocimiento o los premios, no son siempre la forma más eficaz de motivación para ti, para tu equipo o tus empleados.

Aprenderás a focalizar mejor que nunca todo tu potencial, como si fuera un láser. En primer lugar, encontrarás una causa significativa y duradera a la que contribuir. Luego, te fijarás unas metas acordes con lo que quieres conseguir. Finalmente, buscarás las palabras y las políticas que te den el apoyo necesario para lograr esas metas.

Hay un gran vacío entre lo que la ciencia sabe y lo que se hace hoy día para motivar. Los sistemas educativos, nuestro entorno laboral y la forma de tratar a nuestros hijos se centran en motivaciones externas. Sin embargo, la intimidación o los castigos y las recompensas no permiten un rendimiento óptimo de nuestro potencial.

Motivación 1.0, 2.0 y 3.0 —¿Cuál es la tuya?…

Motivación 1.0

50.000 años atrás la motivación del ser humano era simple: sobrevivir a las amenazas del entorno. Impedir que nos devorase un cocodrilo era la guía principal de nuestras motivaciones. Huir, luchar, comer, descansar y procrear eran las actividades fundamentales en aquel momento.

Durante años funcionó bien, pero conforme las sociedades crecieron y la necesidad de cooperación aumentó, surgió paulatinamente una nueva forma de operar...

Motivación 2.0

A parte de sobrevivir, también buscamos recompensas y queremos evitar el castigo.

Este sistema de motivación refuerza mediante el placer o el dolor el comportamiento que se desea ver.

Pero esta forma de motivar con el palo y la zanahoria ya no funciona tan bien como solía hacerlo. Deja de funcionar porque es incompatible con la evolución de las sociedades contemporáneas, sus empresas y el nuevo trabajador del conocimiento.

No es compatible en tres áreas en particular:

1. Cómo organizamos nuestras actividades
2. Cómo evaluamos lo que hacemos
3. Cómo hacemos lo que hacemos

La motivación 2.0 es incompatible con la forma de organizar nuestro trabajo porque muchos proyectos ya no son de código cerrado, para defender los intereses de un colectivo en competencia con los de otros. Hoy existen nuevos modelos de negocio y de colaboración más sinérgicos y abiertos.

Las iniciativas con afán de contribuir más que de competir, como los proyectos de código abierto, están triunfando. En estos proyectos, los trabajadores regalan su producto y no reciben recompensas externas por sus esfuerzos. Algunas de estas empresas cuentan con millones de usuarios contentos, por ejemplo:

  • El navegador Firefox, tiene 150 millones de usuarios.
  • Linux, creado por una legión de programadores no remunerados, da vida a uno de cada cuatro servidores corporativos.
  • Wikipedia cuenta con millones de artículos en más de 250 idiomas diferentes, todos ellos escritos por voluntarios no remunerados.

Como han demostrado varios académicos, estos proyectos de código abierto funcionan gracias a la motivación intrínseca, que depende de factores internos propios de cada individuo. Sin embargo, los viejos modelos de negocio confían en la motivación extrínseca; es decir, el palo y la zanahoria, que son iguales para todos.

Hacer las cosas por motivación personal te compensa y te da buena energía

Dos profesores del MIT y un consultor del prestigioso Boston Consulting Group realizaron una encuesta. Encontraron que la razón número uno por la que 684 desarrolladores de proyectos participaban en iniciativas de código abierto era por el gozo que produce la motivación intrínseca; es decir, por lo creativa que la persona se siente cuando está trabajando en el proyecto.

La motivación 2.0 asume, en gran medida, que somos robots racionales que maximizan zanahorias y otras riquezas. Pero ya ni siquiera la mayoría de economistas lo creen así.

Considera lo siguiente:

  • No ahorramos lo suficiente para la jubilación aunque racionalmente es una clara ventaja económica el hacerlo.
  • Nos apegamos a las malas inversiones más de lo que deberíamos, porque sentimos mucho más dolor por perder dinero que por ganar la misma cantidad de dinero.

No somos tan racionales como pensábamos. Incontables estudios han demostrado que los seres humanos no siempre nos comportamos racionalmente por nuestro propio interés (ver, por ejemplo, Las Trampas del Deseo, de Dan Ariely).

Tampoco tenemos todos el mismo tipo de ocupación. Algunos aún tienen trabajos rutinarios que no les ofrecen un gran estímulo y que otros les dirigen. Pero un número creciente de personas gestionan su propia labor. Tienen trabajos complejos, interesantes y que les suponen un desafío constante.

El trabajo ya no es tan algorítmico, se ha vuelto heurístico (iterativo, experimental). El trabajo robótico está amenazado de muerte por el despido tecnológico. El futuro pertenece al trabajo creativo, tan lleno de posibilidades como escribir un libro, diseñar un antibiótico o crear una campaña de marketing, por ejemplo.

Los trabajos algorítmicos, como el de cajero de una cadena de supermercados, están disminuyendo.

Investigadores como Teresa Amabile, de la Harvard Business School, han encontrado que las recompensas y castigos externos funcionan bien con los trabajos algorítmicos. Pero pueden ser devastadores en trabajos heurísticos, donde la motivación extrínseca puede impedir la creatividad necesaria para inventar algo nuevo.

Las empresas necesitan personas automotivadas que tengan pasión por su trabajo porque los costes de seguimiento y control de un empleado que se aburre son enormes.

Nadie gestiona a los colaboradores de Wikipedia, nadie se sienta a fijar incentivos para motivarlos. Esos costes se los ahorran y quedan para incentivar los trabajos pesados que casi nadie disfruta haciendo y que precisan de supervisión. Los puestos más interesantes son para los trabajadores del conocimiento que requieren de más autonomía y de mayor iniciativa personal.

¿Cuáles son los tres elementos esenciales que impulsan la motivación 3.0?

Las tres fuerzas que conducen a una motivación personal intrínseca son:

  1. Autonomía — el deseo de dirigir nuestras propias vidas y nuestro trabajo.
  2. Maestría — el impulso de ser cada vez mejor en algo que realmente importa.
  3. Propósito — el anhelo de hacer algo que contribuya a una causa más grande que nosotros mismos.

En "Motivación personal — (parte II)" te hablaré más detalladamente de estos 3 elementos. Sabrás qué es más importante para una vida plena ¿el dinero (utilidad) o el propósito (finalidad)? Y descubrirás algunas estrategias para poner en marcha las ideas que compartiré contigo.

(NOTA: Si de verdad quieres impulsar tu motivación y conectar con tu poder interior, prueba esto)

El anterior post Motivación personal — Descubre la tuya (parte I) fue originalmente escrito para: Diego Dalvera

domingo, 28 de junio de 2020

Cómo gané confianza tirándome desde 20 metros

Inicialmente publicado en: www.fluenting.com

Suelo ir a Toledo a visitar a mi hermana. En una de estas excursiones, estábamos dando un paseo por el casco histórico cuando vimos una tirolina que cruzaba a lo ancho del río Tajo.

— ¡Vamos a tirarnos! —dijo ella.

Miré hacia abajo desde el puente de San Martín. Después miré al frente y vi el cable que colgaba a 20 metros de altura…

— Otro día —respondí escondiendo mi nerviosismo— jaja…

En ese momento no me tiré, pero sentí ganas de vencer ese temor y superarme a mí misma. Estuve a punto de no hacerlo, pero me dirigí a mi marido y a mi hermana y les dije:

— La próxima vez que venga a Toledo, me tiro.

La aventura de superar obstáculos

Tardé bastante en volver, pero en mi siguiente viaje a Toledo, sabía que alguien sacaría la conversación, así que me adelanté:

—¡Mañana voy a tirarme por la tirolina!

Mi marido me animó a hacerlo y mi hermana me dijo que ella también se apuntaba al sarao. Así que al día siguiente nos acercamos al puente de San Martín.

Estaba haciendo fila para tirarme con el arnés y el casco puesto cuando un hombre, que estaba a punto de lanzarse, se arrepintió en el último momento y se dio media vuelta. Me afectó ver cómo aquel pedazo de tío se asustaba, daba media vuelta y corría. Tuve una enorme tentación de hacer lo mismo, pero me mantuve firme en mi decisión.

Por fin era mi turno. Estaba al borde del precipicio. El monitor me notó tan nerviosa que bromeó para tranquilizarme:

—Tenías que haberte tomado un vinito antes de venir
—Jajaja… Sí… Tenía que haberme tomado la botella entera —le dije, aunque casi nunca bebo alcohol.

El paso decisivo

En ese momento fui consciente de todos mis condicionamientos pasados. No pensé que iba a sentir tanto miedo hasta que llegó ese momento. Me di cuenta de que todas las voces de mi pasado habían vuelto a mi mente justo en ese momento: “¡Cuidado, no lo hagas, que te vas a hacer daño!” “¡No te subas, que es peligroso!”, etc…

—Cuando quieras puedes tirarte —dijo el monitor
—Como no me empujes tú, yo no me tiro —le respondí con el corazón a mil.
—No. Tú solo saca un pie y verás. Puedes hacerlo.

Estaba claro que el monitor no iba a tirarme. Solo yo podía hacerlo. Tenía en mis manos la posibilidad de lanzarme o de echarme atrás, como había hecho el hombre de antes. Respiré hondo y recordé por qué estaba allí. Quería demostrarme a mí misma que podía hacerlo, quería cumplir mi palabra. En el fondo, sabía que era capaz de superar ese obstáculo y conseguir lo que me había propuesto. Querer es poder.

Además, recordé un consejo de Diego:

Algunas veces viene bien ser un poco miope. Focaliza la atención en lo relevante, no te distraigas con lo que te aleja de tu meta. Céntrate sólo en tu siguiente paso.

Recordando esto, me enfoqué solo en mi pierna izquierda. La levanté lentamente hasta que mi pie estaba ya en el aire, fuera de la pasarela. De repente y por la fuerza de la gravedad, el arnés tiró de mí y cuando me quise dar cuenta:

—¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhh!

Ya no había vuelta atrás

Abrí los ojos y me vi flotando sobre el río Tajo, volando sobre los árboles, me sentí libre como un pájaro. Las vistas eran alucinantes. La altura, que tanto me había asustado hasta ese momento, ya no era un impedimento para mí.

“Ya está hecho. Lo he logrado” —pensaba— ¡esto es la caña!

—¡Yujuuuuuuuuuuuuuu!

Al llegar a la otra orilla del Tajo me temblaban tanto las piernas que parecía un flan. Tenía la adrenalina por las nubes, pero no podía parar de sonreír.

Lo que realmente gané de aquella aventura

Una vez que la adrenalina volvió a su sitio reflexioné sobre lo que había supuesto para mí tirarme al vacío. De repente, me sentía capaz de conseguir muchas otras cosas. Me di cuenta de que el paso más difícil de superar es aquel en el que ya no hay marcha atrás. En el caso de la tirolina, el paso más complicado para mí fue sacar el pie fuera de la pasarela. En ese punto es cuando tienes que vencer todas tus limitaciones anteriores, confiar en ti mismo y dar un paso en la dirección correcta.

Cómo gané confianza tirándome desde 20 metros es cortesía de: FLUENTING impúlsate a una mayor calidad de vida



source https://www.fluenting.com/ganar-confianza-tirolina

Cómo gané confianza tirándome desde 20 metros

Primero visto en: Revista Fluenting

Suelo ir a Toledo a visitar a mi hermana. En una de estas excursiones, estábamos dando un paseo por el casco histórico cuando vimos una tirolina que cruzaba a lo ancho del río Tajo.

— ¡Vamos a tirarnos! —dijo ella.

Miré hacia abajo desde el puente de San Martín. Después miré al frente y vi el cable que colgaba a 20 metros de altura…

— Otro día —respondí escondiendo mi nerviosismo— jaja…

En ese momento no me tiré, pero sentí ganas de vencer ese temor y superarme a mí misma. Estuve a punto de no hacerlo, pero me dirigí a mi marido y a mi hermana y les dije:

— La próxima vez que venga a Toledo, me tiro.

La aventura de superar obstáculos

Tardé bastante en volver, pero en mi siguiente viaje a Toledo, sabía que alguien sacaría la conversación, así que me adelanté:

—¡Mañana voy a tirarme por la tirolina!

Mi marido me animó a hacerlo y mi hermana me dijo que ella también se apuntaba al sarao. Así que al día siguiente nos acercamos al puente de San Martín.

Estaba haciendo fila para tirarme con el arnés y el casco puesto cuando un hombre, que estaba a punto de lanzarse, se arrepintió en el último momento y se dio media vuelta. Me afectó ver cómo aquel pedazo de tío se asustaba, daba media vuelta y corría. Tuve una enorme tentación de hacer lo mismo, pero me mantuve firme en mi decisión.

Por fin era mi turno. Estaba al borde del precipicio. El monitor me notó tan nerviosa que bromeó para tranquilizarme:

—Tenías que haberte tomado un vinito antes de venir
—Jajaja… Sí… Tenía que haberme tomado la botella entera —le dije, aunque casi nunca bebo alcohol.

El paso decisivo

En ese momento fui consciente de todos mis condicionamientos pasados. No pensé que iba a sentir tanto miedo hasta que llegó ese momento. Me di cuenta de que todas las voces de mi pasado habían vuelto a mi mente justo en ese momento: “¡Cuidado, no lo hagas, que te vas a hacer daño!” “¡No te subas, que es peligroso!”, etc…

—Cuando quieras puedes tirarte —dijo el monitor
—Como no me empujes tú, yo no me tiro —le respondí con el corazón a mil.
—No. Tú solo saca un pie y verás. Puedes hacerlo.

Estaba claro que el monitor no iba a tirarme. Solo yo podía hacerlo. Tenía en mis manos la posibilidad de lanzarme o de echarme atrás, como había hecho el hombre de antes. Respiré hondo y recordé por qué estaba allí. Quería demostrarme a mí misma que podía hacerlo, quería cumplir mi palabra. En el fondo, sabía que era capaz de superar ese obstáculo y conseguir lo que me había propuesto. Querer es poder.

Además, recordé un consejo de Diego:

Algunas veces viene bien ser un poco miope. Focaliza la atención en lo relevante, no te distraigas con lo que te aleja de tu meta. Céntrate sólo en tu siguiente paso.

Recordando esto, me enfoqué solo en mi pierna izquierda. La levanté lentamente hasta que mi pie estaba ya en el aire, fuera de la pasarela. De repente y por la fuerza de la gravedad, el arnés tiró de mí y cuando me quise dar cuenta:

—¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhh!

Ya no había vuelta atrás

Abrí los ojos y me vi flotando sobre el río Tajo, volando sobre los árboles, me sentí libre como un pájaro. Las vistas eran alucinantes. La altura, que tanto me había asustado hasta ese momento, ya no era un impedimento para mí.

“Ya está hecho. Lo he logrado” —pensaba— ¡esto es la caña!

—¡Yujuuuuuuuuuuuuuu!

Al llegar a la otra orilla del Tajo me temblaban tanto las piernas que parecía un flan. Tenía la adrenalina por las nubes, pero no podía parar de sonreír.

Lo que realmente gané de aquella aventura

Una vez que la adrenalina volvió a su sitio reflexioné sobre lo que había supuesto para mí tirarme al vacío. De repente, me sentía capaz de conseguir muchas otras cosas. Me di cuenta de que el paso más difícil de superar es aquel en el que ya no hay marcha atrás. En el caso de la tirolina, el paso más complicado para mí fue sacar el pie fuera de la pasarela. En ese punto es cuando tienes que vencer todas tus limitaciones anteriores, confiar en ti mismo y dar un paso en la dirección correcta.

El anterior post Cómo gané confianza tirándome desde 20 metros fue originalmente publicado en: fluenting

sábado, 27 de junio de 2020

Cómo encontré un método tonto para superar debilidades

Inicialmente escrito para: https://www.fluenting.com/

Aprendo mucho de mis clientes. Hoy te voy a hablar de Pedro. Tiene mil ilusiones, un gran corazón y trabaja hasta muy tarde. Su familia le echa un poco de menos. Quiere emprender su propio negocio y le sobra talento, pero él no lo sabe.

No terminó su carrera. Dejó ADE en tercer curso. Lleva la tienda de otro en un gran centro comercial. Él es el alma que la hace prosperar. Su sueldo está por encima de la media, pero no le pagan ni de lejos todo lo que su trabajo vale.

Pedro y yo nos conocemos hace cuatro meses. En un día se puede hacer relativamente poco. Para que empiecen a ocurrir ‘milagros’ hacen falta más. Nuestras sesiones de coaching estratégico le hacen ganar claridad y sus avances son notables. Pero a ninguno de los dos nos bastan estos resultados.

Total, que Pedro y yo nos hemos hecho buenos amigos porque resonamos. El otro día quedamos para tomar algo. Charlamos sobre sus retos y las metas que le preocupaban: pasar más tiempo con sus hijos, tener más autonomía, darle a su familia la vida que se merecen y contribuir más activamente a su proyecto de negocio, que lo tenía un poco estancado.

Como estábamos en otro contexto, más informal, le propuse una partidita de ajedrez, a ver qué pasaba. Me dijo que era malísimo, que a penas sabía cómo mover las piezas.

— ¡Genial! —le respondí yo—. Así te podré dar una buena paliza y pagas tú la ronda. Jeje…

Nos reímos los dos, saqué mi móvil y decimos jugar un rato al ajedrez mientras nos tomábamos unas birritas.

Mis clientes tienen sueños (y mucho talento escondido)…

Pedro es un tipo fenomenal. Un cacho de pan con ojos. Una de esas personas con las que me gusta trabajar (hace años que decidí ser selectivo —la agenda no me permite otra alternativa— solo tengo tiempo para los que resuenan conmigo y realmente quieren avanzar en sus metas.)

A veces desconfía de su talento y de su potencial, pero tiene coraje y persevera a pesar de los batacazos… Se cae, aprende y se levanta. Lo sigue intentando porque tiene fe en la vida. En el fondo es un crack —aunque él todavía no se lo cree.

Se estaba poniendo feo

Tenía miedo de que su jefe lo despidiese por cuatro perras conforme pasaran los años. Hace poco le han propuesto un traslado. Por el caríz que va tomando todo, y por las condiciones y la forma de planterle el traslado, se teme que pronto pase lo peor. Esto le está creando algunos dilemas. Ha decidido meterle más caña a su proyecto de negocio.

Pedro tiene alma de capitán

A Pedro no le gusta que su destino y el de su familia se encuentre en manos de otras personas.

Harto de que su jefe le mangoneara, sabía que para montar su propio negocio sin poner en peligro a los suyos necesitaba pensarlo bien y tener las cosas realmente claras.

Sus “experimentos” en Internet habían dado resultados muy pobres hasta el momento. Después de probar mil cosas, lo único que había logrado era sentirse desbordado y un poco más desmoralizado que cuando empezó.

A la segunda sesión Pedro ya sabía que para montar un negocio de éxito tenía que apoyarse en sus fortalezas y apostar por algo que le llenase. Si no se tomaba en serio su proyecto solo cambiaría una situación mala por otra peor.

Tenía claro lo que le gustaba y cuál era su visión. Pero no terminaba de concretar cómo podía hacerla realidad. Quería hacer mucho él solito en muy poco tiempo. Tanto abarcar le estaba quemando. Su nivel de autoexigencia le estaba pasando factura y sus resultados aún eran descorazonadores.

¿Hay jugadores natos de ajedrez?

Aunque el ajedrez no es mi fuerte ni me ha interesado nunca demasiado, mi intuición me decía que algo bueno podía salir de la experiencia. Con todos estos antecedentes y cinco sesiones de coaching a la espalda empezamos nuestra partida. La primera la gané por palizón. La segunda también y la cosa se ponía aburrida. Tenía fallos tontísimos. Le comía una pieza detrás de otra.

Le pedí que me comentara, conforme jugaba, en voz alta sus razonamientos. Cuando me explicó su estrategia me quedé boquiabierto. Era capaz de pensar qué piezas movería con 3 o 4 jugadas de antelación. Tenía clara su meta y qué haría para conseguirla.

Sus ideas eran mejores que las mías

Pero… ¿por qué perdía una y otra vez? Lo vi claro. Estaba tan orientado a ganar y tenía tanta ilusión y energía por llegar a buen puerto, que se olvidaba por completo de evaluar los riegos presentes.

—La jugada que quieres hacer es alucinante, Pedro. Pero no te has pispado de que con este peón te voy a comer el caballo con el que contabas para tu maravillosa estrategia.

Se vino abajo otra vez.

—Pedro, olvídate por un momento de ganar y dime qué harías tú para no perder al ajedrez

—Y yo que sé…

— ¡Deja el móvil un rato y piénsalo!

Pedro estaba tan acostumbrado a lidiar con los imprevistos y las agendas de los demás que se había vuelto un poco distraído. Su atención estaba en el móvil, en lo que iba a hacer mañana, en los problemas que tienen sus hijos, en el partido de fútbol de esta noche, en la chapuza que le ha salido en el fregadero de su casa, en el libro que tiene a medias y en los pedidos que esperaba recibir en su tienda ayer —por decirte solo unos cuantos…

—Vamos a ver… ¡Pon atención a mi pregunta y respóndeme en serio! No te vengas abajo, tío.

—Vale, vale. Lo que haría para no perder al ajedrez es… mirar cuáles de tus piezas amenazan a mis piezas más importantes.

— ¡Fenomenal! Dime qué piezas son las más importantes, en tu opinión.

—La reina, las dos torres y mis alfiles, creo.

Jugamos la siguiente partida, Pedro intentó proteger sus mejores piezas. Aun así, perdió. Cometió casi los mismos errores.

— ¿Qué crees que ha fallado en tu plan?

—No sé… —titubeó

—Venga hombre, ¿qué podría ser…? —le dije yo.

—¡Leche, es que no es tan fácil supervisar tantas piezas a la vez! Me despisto porque no tengo paciencia para estar dos horas mirando antes de mover.

—Comprendo. Si solo tuvieras que proteger una pieza, ¿cuál sería?

—Protegería a la reina —contestó Pedro.

Y de repente todo cambió...

—Me parece una idea estupenda… —le dije— La reina es una pieza clave.

Lo que sucedió después fue asombroso. Cuando Pedro se centró en proteger a su reina todo su juego mejoró. El cambio fue radical y el resultado espectacular. No solo se convirtió en un digno oponente, sino que me ganó claramente la partida. Sin trampa ni cartón. No me dejé ganar. Me ganó.

Nunca te avergüences de ser mejor que tus maestros…

Me quedé flipado con el resultado. Me sorprendió ver que Pedro casi se avergonzaba de haberme dado la del pulpo.

— ¡Enhorabuena, Pedro! Me has dejado a cuadros.

—Nada hombre, la suerte del principiante —dijo Pedro

—Ni de coña, le dije yo. ¿Cómo lo explicas?

—No sé. Igual resulta que la clave es hacer menos cosas, pero más importantes.

— ¿Crees que podrías aplicar lo que has descubierto a tu proyecto de negocio? —le pregunté.

—Sí, puede ser.

—Dime cómo.

Lo pensó un rato y después me contestó…

—Como dices en Llegar a Todo: para cambiar por completo mis resultados basta con dar un pequeño paso.

—¿Y eso qué significa para ti?

—Verás… Juntos hemos visto que para ganar es imprescindible tenerlo claro y centrarse en lo realmente importante.  Cuando ignoro lo que podría salir mal, corro riesgos tontos.  Necesito identificar riesgos antes de actuar. Determinar qué actividades bajan mis riesgos al mismo tiempo que suben mis opciones de ganar. Velar por mi reina. Así es como mejoraré mi juego, así es como podré ganar.

—Gracias Pedro, me has enseñado mucho. Me parece valioso lo que has dicho. No dudes en aplicarlo a tu plan de acción. Verás cómo pronto la cosa cambia.

El aprendiz se convirtió en maestro…

¡Y vaya si ha cambiado! Pedro decidió que lo más importante era vender. Se centró primero en identificar a su cliente objetivo y dónde encontrarlo. Decidió qué le ofrecería primero y a qué precio. Por último, concentró todos sus esfuerzos en su estrategia de comercialización.

Ahora Pedro está camino de crecer como la espuma. Y su sueño de tener una vida plena está mucho más cerca de la realidad.

Espero que tú también te suscribas a Fluenting para encontrar el juego que te haga inevitable ganar.

Cómo encontré un método tonto para superar debilidades fue inicialmente visto en: https://www.fluenting.com



source https://www.fluenting.com/metodo-tonto-superar-debilidades

Cómo encontré un método tonto para superar debilidades

Se ha publicado de: https://www.fluenting.com/

Aprendo mucho de mis clientes. Hoy te voy a hablar de Pedro. Tiene mil ilusiones, un gran corazón y trabaja hasta muy tarde. Su familia le echa un poco de menos. Quiere emprender su propio negocio y le sobra talento, pero él no lo sabe.

No terminó su carrera. Dejó ADE en tercer curso. Lleva la tienda de otro en un gran centro comercial. Él es el alma que la hace prosperar. Su sueldo está por encima de la media, pero no le pagan ni de lejos todo lo que su trabajo vale.

Pedro y yo nos conocemos hace cuatro meses. En un día se puede hacer relativamente poco. Para que empiecen a ocurrir ‘milagros’ hacen falta más. Nuestras sesiones de coaching estratégico le hacen ganar claridad y sus avances son notables. Pero a ninguno de los dos nos bastan estos resultados.

Total, que Pedro y yo nos hemos hecho buenos amigos porque resonamos. El otro día quedamos para tomar algo. Charlamos sobre sus retos y las metas que le preocupaban: pasar más tiempo con sus hijos, tener más autonomía, darle a su familia la vida que se merecen y contribuir más activamente a su proyecto de negocio, que lo tenía un poco estancado.

Como estábamos en otro contexto, más informal, le propuse una partidita de ajedrez, a ver qué pasaba. Me dijo que era malísimo, que a penas sabía cómo mover las piezas.

— ¡Genial! —le respondí yo—. Así te podré dar una buena paliza y pagas tú la ronda. Jeje…

Nos reímos los dos, saqué mi móvil y decimos jugar un rato al ajedrez mientras nos tomábamos unas birritas.

Mis clientes tienen sueños (y mucho talento escondido)…

Pedro es un tipo fenomenal. Un cacho de pan con ojos. Una de esas personas con las que me gusta trabajar (hace años que decidí ser selectivo —la agenda no me permite otra alternativa— solo tengo tiempo para los que resuenan conmigo y realmente quieren avanzar en sus metas.)

A veces desconfía de su talento y de su potencial, pero tiene coraje y persevera a pesar de los batacazos… Se cae, aprende y se levanta. Lo sigue intentando porque tiene fe en la vida. En el fondo es un crack —aunque él todavía no se lo cree.

Se estaba poniendo feo

Tenía miedo de que su jefe lo despidiese por cuatro perras conforme pasaran los años. Hace poco le han propuesto un traslado. Por el caríz que va tomando todo, y por las condiciones y la forma de planterle el traslado, se teme que pronto pase lo peor. Esto le está creando algunos dilemas. Ha decidido meterle más caña a su proyecto de negocio.

Pedro tiene alma de capitán

A Pedro no le gusta que su destino y el de su familia se encuentre en manos de otras personas.

Harto de que su jefe le mangoneara, sabía que para montar su propio negocio sin poner en peligro a los suyos necesitaba pensarlo bien y tener las cosas realmente claras.

Sus “experimentos” en Internet habían dado resultados muy pobres hasta el momento. Después de probar mil cosas, lo único que había logrado era sentirse desbordado y un poco más desmoralizado que cuando empezó.

A la segunda sesión Pedro ya sabía que para montar un negocio de éxito tenía que apoyarse en sus fortalezas y apostar por algo que le llenase. Si no se tomaba en serio su proyecto solo cambiaría una situación mala por otra peor.

Tenía claro lo que le gustaba y cuál era su visión. Pero no terminaba de concretar cómo podía hacerla realidad. Quería hacer mucho él solito en muy poco tiempo. Tanto abarcar le estaba quemando. Su nivel de autoexigencia le estaba pasando factura y sus resultados aún eran descorazonadores.

¿Hay jugadores natos de ajedrez?

Aunque el ajedrez no es mi fuerte ni me ha interesado nunca demasiado, mi intuición me decía que algo bueno podía salir de la experiencia. Con todos estos antecedentes y cinco sesiones de coaching a la espalda empezamos nuestra partida. La primera la gané por palizón. La segunda también y la cosa se ponía aburrida. Tenía fallos tontísimos. Le comía una pieza detrás de otra.

Le pedí que me comentara, conforme jugaba, en voz alta sus razonamientos. Cuando me explicó su estrategia me quedé boquiabierto. Era capaz de pensar qué piezas movería con 3 o 4 jugadas de antelación. Tenía clara su meta y qué haría para conseguirla.

Sus ideas eran mejores que las mías

Pero… ¿por qué perdía una y otra vez? Lo vi claro. Estaba tan orientado a ganar y tenía tanta ilusión y energía por llegar a buen puerto, que se olvidaba por completo de evaluar los riegos presentes.

—La jugada que quieres hacer es alucinante, Pedro. Pero no te has pispado de que con este peón te voy a comer el caballo con el que contabas para tu maravillosa estrategia.

Se vino abajo otra vez.

—Pedro, olvídate por un momento de ganar y dime qué harías tú para no perder al ajedrez

—Y yo que sé…

— ¡Deja el móvil un rato y piénsalo!

Pedro estaba tan acostumbrado a lidiar con los imprevistos y las agendas de los demás que se había vuelto un poco distraído. Su atención estaba en el móvil, en lo que iba a hacer mañana, en los problemas que tienen sus hijos, en el partido de fútbol de esta noche, en la chapuza que le ha salido en el fregadero de su casa, en el libro que tiene a medias y en los pedidos que esperaba recibir en su tienda ayer —por decirte solo unos cuantos…

—Vamos a ver… ¡Pon atención a mi pregunta y respóndeme en serio! No te vengas abajo, tío.

—Vale, vale. Lo que haría para no perder al ajedrez es… mirar cuáles de tus piezas amenazan a mis piezas más importantes.

— ¡Fenomenal! Dime qué piezas son las más importantes, en tu opinión.

—La reina, las dos torres y mis alfiles, creo.

Jugamos la siguiente partida, Pedro intentó proteger sus mejores piezas. Aun así, perdió. Cometió casi los mismos errores.

— ¿Qué crees que ha fallado en tu plan?

—No sé… —titubeó

—Venga hombre, ¿qué podría ser…? —le dije yo.

—¡Leche, es que no es tan fácil supervisar tantas piezas a la vez! Me despisto porque no tengo paciencia para estar dos horas mirando antes de mover.

—Comprendo. Si solo tuvieras que proteger una pieza, ¿cuál sería?

—Protegería a la reina —contestó Pedro.

Y de repente todo cambió...

—Me parece una idea estupenda… —le dije— La reina es una pieza clave.

Lo que sucedió después fue asombroso. Cuando Pedro se centró en proteger a su reina todo su juego mejoró. El cambio fue radical y el resultado espectacular. No solo se convirtió en un digno oponente, sino que me ganó claramente la partida. Sin trampa ni cartón. No me dejé ganar. Me ganó.

Nunca te avergüences de ser mejor que tus maestros…

Me quedé flipado con el resultado. Me sorprendió ver que Pedro casi se avergonzaba de haberme dado la del pulpo.

— ¡Enhorabuena, Pedro! Me has dejado a cuadros.

—Nada hombre, la suerte del principiante —dijo Pedro

—Ni de coña, le dije yo. ¿Cómo lo explicas?

—No sé. Igual resulta que la clave es hacer menos cosas, pero más importantes.

— ¿Crees que podrías aplicar lo que has descubierto a tu proyecto de negocio? —le pregunté.

—Sí, puede ser.

—Dime cómo.

Lo pensó un rato y después me contestó…

—Como dices en Llegar a Todo: para cambiar por completo mis resultados basta con dar un pequeño paso.

—¿Y eso qué significa para ti?

—Verás… Juntos hemos visto que para ganar es imprescindible tenerlo claro y centrarse en lo realmente importante.  Cuando ignoro lo que podría salir mal, corro riesgos tontos.  Necesito identificar riesgos antes de actuar. Determinar qué actividades bajan mis riesgos al mismo tiempo que suben mis opciones de ganar. Velar por mi reina. Así es como mejoraré mi juego, así es como podré ganar.

—Gracias Pedro, me has enseñado mucho. Me parece valioso lo que has dicho. No dudes en aplicarlo a tu plan de acción. Verás cómo pronto la cosa cambia.

El aprendiz se convirtió en maestro…

¡Y vaya si ha cambiado! Pedro decidió que lo más importante era vender. Se centró primero en identificar a su cliente objetivo y dónde encontrarlo. Decidió qué le ofrecería primero y a qué precio. Por último, concentró todos sus esfuerzos en su estrategia de comercialización.

Ahora Pedro está camino de crecer como la espuma. Y su sueño de tener una vida plena está mucho más cerca de la realidad.

Espero que tú también te suscribas a Fluenting para encontrar el juego que te haga inevitable ganar.

El anterior post Cómo encontré un método tonto para superar debilidades es cortesía de: Diego Dalvera

viernes, 26 de junio de 2020

Aquí tienes el truco del almendruco

Por cortesía de: fluenting

Te voy a contar una pequeña historia para esos momentos en los que parece que nunca conseguirás lo que quieres:

—Estos almendros no van a ninguna parte. Cada año están más feos y dan menos almendrucos. Estoy por arrancarlos y poner un buen olmo que, por lo menos, dará buena sombra con el tiempo.

—Un poco radical, ¿no te parece mamá? Estos árboles solo necesitan una buena poda. Hace años que están descuidados. Y tú te empeñas en pedirles peras a los olmos. ¿Me permites, madre, que les pase la motosierra para ver de lo que son capaces?

—Tú verás, hijo mío. Yo creo que es una pérdida de tiempo. Pero si te hace tanta ilusión. El campo también es tuyo. Haz lo que quieras.

—OK.

Sí, señor. Aquellos almendros estaban tristes. Mis padres los habían descuidado. Por eso recogían tan pocos frutos.

Años atrás daban las almendras más dulces, y sus flores nos alegraban cada primavera. Tan hermosos eran que todos dimos por descontado que siempre serían así.

El error fue pensar que lo único que teníamos que hacer era poner el cazo y recoger la cosecha cada año. Por un tiempo realmente fue así. Luego se fueron empobreciendo —digamos que se sintieron solos y un poco abandonados— y en lo que nos pareció un instante, los árboles se habían convertido en unos mamarrachos.

Los árboles hablan...

Habían llegado a un punto tal, que por no dar, casi ni daban sombra. A nadie parecía importarle demasiado lo que aquellos almendros habían sido, y aún menos lo que podían ser.

Su futuro peligraba y yo sentía que me hablaban. Así que decidí escucharlos. Les oí decir que merecían una vida mejor en honor a sus gloriosos servicios pasados.

Una mañana de sábado desayuné y después del café me decidí a podarlos. Tomé la motosierra y me puse manos a la obra. Los contemplé e hice lo que me pidieron. Los dejé desnudos, en su pura esencia —sin artificio alguno, sólo con sus mejores ramas, raíces y su tronco. Me sentí satisfecho y un poco de su tristeza se transfirió a mí. A cambio yo les di un poco de mi esperanza y mi fe en ellos.

Pronto me sacudí la pena. Me acordé de que algún día darían las mejores almendras, en la mayor cantidad, las más duces y serían los más bonitos y luminosos del vecindario. Además, en las entrañas, aquellos árboles lo tenían muy claro: con sus valiosas raíces el reto de crecer y dar buen fruto estaba más que asegurado.

Pasaron los días y meses. Todos nos olvidamos de ellos. Pero volvió la primavera y de las raíces, el sol, el agua y los nutrientes resurgieron los dos hermanos con sendos brotes. ¡Qué alegría sentimos todos! ¡Qué bonitos!

A la sombra de la cochera y junto al seto, los almendros continuaron por sus brotes verdes creciendo.

Yo los veía con orgullo. Esos árboles tenían sus propias razones y su corazón también era sabio. De un tronco de palo, cada uno de ellos empezaba a hacer su maravilloso árbol.

Ignoraban a los que decían "imposible"… ¡y lo consiguieron!

No lo tenían nada fácil. A pesar de la sombra, la escasez de nutrientes, el terreno arcilloso y pétreo y la abundancia de abrojos los dos lo consiguieron. Ambos iban prosperando, como los niños van creciendo.

Quiso la mala suerte —o el descuido— que el muchacho que mi madre contrató esa temporada para desbrozar el terreno, en un giro golpeara y desgarrase de uno de los almendros su precioso y único vástago.

— ¡Qué lástima! —dijeron todos.

—Era el brote más grande —comenté yo.

¡Y qué envidia silenciosa debió sentir con el paso de los días el desgraciado árbol al ver al otro creciendo y creciendo!

Jamás viste un crecimiento tan desigualado…

Al principio casi ni se notó. Pero conforme la primavera avanzaba, más evidente quedaba cuál de los árboles era el almendro mejor parado. El árbol herido se había quedado muy rezagado. Parecía como muerto. Totalmente estancado, como si para él ni la primavera hubiera llegado. Para principios de verano las diferencias eran odiosas. Uno era precioso, grande, asombroso; el otro parecía una estaca abandonada esperando la quema.

Pero lo importante de aquel árbol era que estaba muy bien arraigado en la tierra, no carecía de raíces auténticas y fuertes y la savia de la vida le quemaba por dentro.

No era la primera vez que el almendro había sufrido la inconsciencia de un ser humano. Ya cuando era chico a mi padre se le cayó ese mismo almendro de las manos.

¿Alguna vez has perdido la confianza?…

¡Lo que son los árboles!… Por mucho que otros crean que su tiempo ha pasado, o que nadie recuerde las almendras que regalaron y que todos les digan que son unos desgraciados... ellos tienen sus propios misterios para rebrotar cuando nadie lo espera.

El verano pasó. El almendro sano perdió sus hojas para el otoño. Pasó la navidad, comimos dulces y brindamos por el año nuevo. La vida siempre sigue. No hay quien la pare.

Los ignorantes se empeñaban en que para febrero había que arrancar y quemar el viejo almendro.

—Por encima de mi cadáver —les dije—. A ese almendro todavía le quedan muchos almendrucos, y algún día los veremos.

Y contra todo pronóstico un asombroso brote de esperanza renació de mi buen almendro a la primavera siguiente.

A todos les dije: poned cuidado y no destrocéis estos brotes tan buenos. Que lo que al principio parece poco, en un año es un árbol nuevo.

Todos lo celebramos. Nos enseñó mucho aquel almendro.

Nunca volverás a creer que es mejor el cerezo…

Ahora está precioso. Sus ramas son las más frondosas, su verdor un monumento. De las flores ni te cuento… que los japoneses fardan de cerezos y yo presumo de almendros.

Amigo mío, solo quería compartir contigo el sorprendente crecimiento del árbol herido, que muy pronto dará las mejores almendras.

Todos podemos hacer el truco del almendruco cuando confiamos en nosotros mismos y nos rendimos a la vida que tenemos dentro.

Suscríbete a Fluenting y comparte con tus amigos este pequeña historia de lo que aprendí de mis preciosos árboles.

Aquí tienes el truco del almendruco fue originalmente visto en: fluenting



source https://www.fluenting.com/truco-del-almendruco

Aquí tienes el truco del almendruco

Inicialmente visto en: https://www.fluenting.com

Te voy a contar una pequeña historia para esos momentos en los que parece que nunca conseguirás lo que quieres:

—Estos almendros no van a ninguna parte. Cada año están más feos y dan menos almendrucos. Estoy por arrancarlos y poner un buen olmo que, por lo menos, dará buena sombra con el tiempo.

—Un poco radical, ¿no te parece mamá? Estos árboles solo necesitan una buena poda. Hace años que están descuidados. Y tú te empeñas en pedirles peras a los olmos. ¿Me permites, madre, que les pase la motosierra para ver de lo que son capaces?

—Tú verás, hijo mío. Yo creo que es una pérdida de tiempo. Pero si te hace tanta ilusión. El campo también es tuyo. Haz lo que quieras.

—OK.

Sí, señor. Aquellos almendros estaban tristes. Mis padres los habían descuidado. Por eso recogían tan pocos frutos.

Años atrás daban las almendras más dulces, y sus flores nos alegraban cada primavera. Tan hermosos eran que todos dimos por descontado que siempre serían así.

El error fue pensar que lo único que teníamos que hacer era poner el cazo y recoger la cosecha cada año. Por un tiempo realmente fue así. Luego se fueron empobreciendo —digamos que se sintieron solos y un poco abandonados— y en lo que nos pareció un instante, los árboles se habían convertido en unos mamarrachos.

Los árboles hablan...

Habían llegado a un punto tal, que por no dar, casi ni daban sombra. A nadie parecía importarle demasiado lo que aquellos almendros habían sido, y aún menos lo que podían ser.

Su futuro peligraba y yo sentía que me hablaban. Así que decidí escucharlos. Les oí decir que merecían una vida mejor en honor a sus gloriosos servicios pasados.

Una mañana de sábado desayuné y después del café me decidí a podarlos. Tomé la motosierra y me puse manos a la obra. Los contemplé e hice lo que me pidieron. Los dejé desnudos, en su pura esencia —sin artificio alguno, sólo con sus mejores ramas, raíces y su tronco. Me sentí satisfecho y un poco de su tristeza se transfirió a mí. A cambio yo les di un poco de mi esperanza y mi fe en ellos.

Pronto me sacudí la pena. Me acordé de que algún día darían las mejores almendras, en la mayor cantidad, las más duces y serían los más bonitos y luminosos del vecindario. Además, en las entrañas, aquellos árboles lo tenían muy claro: con sus valiosas raíces el reto de crecer y dar buen fruto estaba más que asegurado.

Pasaron los días y meses. Todos nos olvidamos de ellos. Pero volvió la primavera y de las raíces, el sol, el agua y los nutrientes resurgieron los dos hermanos con sendos brotes. ¡Qué alegría sentimos todos! ¡Qué bonitos!

A la sombra de la cochera y junto al seto, los almendros continuaron por sus brotes verdes creciendo.

Yo los veía con orgullo. Esos árboles tenían sus propias razones y su corazón también era sabio. De un tronco de palo, cada uno de ellos empezaba a hacer su maravilloso árbol.

Ignoraban a los que decían "imposible"… ¡y lo consiguieron!

No lo tenían nada fácil. A pesar de la sombra, la escasez de nutrientes, el terreno arcilloso y pétreo y la abundancia de abrojos los dos lo consiguieron. Ambos iban prosperando, como los niños van creciendo.

Quiso la mala suerte —o el descuido— que el muchacho que mi madre contrató esa temporada para desbrozar el terreno, en un giro golpeara y desgarrase de uno de los almendros su precioso y único vástago.

— ¡Qué lástima! —dijeron todos.

—Era el brote más grande —comenté yo.

¡Y qué envidia silenciosa debió sentir con el paso de los días el desgraciado árbol al ver al otro creciendo y creciendo!

Jamás viste un crecimiento tan desigualado…

Al principio casi ni se notó. Pero conforme la primavera avanzaba, más evidente quedaba cuál de los árboles era el almendro mejor parado. El árbol herido se había quedado muy rezagado. Parecía como muerto. Totalmente estancado, como si para él ni la primavera hubiera llegado. Para principios de verano las diferencias eran odiosas. Uno era precioso, grande, asombroso; el otro parecía una estaca abandonada esperando la quema.

Pero lo importante de aquel árbol era que estaba muy bien arraigado en la tierra, no carecía de raíces auténticas y fuertes y la savia de la vida le quemaba por dentro.

No era la primera vez que el almendro había sufrido la inconsciencia de un ser humano. Ya cuando era chico a mi padre se le cayó ese mismo almendro de las manos.

¿Alguna vez has perdido la confianza?…

¡Lo que son los árboles!… Por mucho que otros crean que su tiempo ha pasado, o que nadie recuerde las almendras que regalaron y que todos les digan que son unos desgraciados... ellos tienen sus propios misterios para rebrotar cuando nadie lo espera.

El verano pasó. El almendro sano perdió sus hojas para el otoño. Pasó la navidad, comimos dulces y brindamos por el año nuevo. La vida siempre sigue. No hay quien la pare.

Los ignorantes se empeñaban en que para febrero había que arrancar y quemar el viejo almendro.

—Por encima de mi cadáver —les dije—. A ese almendro todavía le quedan muchos almendrucos, y algún día los veremos.

Y contra todo pronóstico un asombroso brote de esperanza renació de mi buen almendro a la primavera siguiente.

A todos les dije: poned cuidado y no destrocéis estos brotes tan buenos. Que lo que al principio parece poco, en un año es un árbol nuevo.

Todos lo celebramos. Nos enseñó mucho aquel almendro.

Nunca volverás a creer que es mejor el cerezo…

Ahora está precioso. Sus ramas son las más frondosas, su verdor un monumento. De las flores ni te cuento… que los japoneses fardan de cerezos y yo presumo de almendros.

Amigo mío, solo quería compartir contigo el sorprendente crecimiento del árbol herido, que muy pronto dará las mejores almendras.

Todos podemos hacer el truco del almendruco cuando confiamos en nosotros mismos y nos rendimos a la vida que tenemos dentro.

Suscríbete a Fluenting y comparte con tus amigos este pequeña historia de lo que aprendí de mis preciosos árboles.

Aquí tienes el truco del almendruco fue primero visto en: Diego Dalvera

jueves, 25 de junio de 2020

¿Por qué sigues haciendo lo que no quieres?

Por cortesía de: www.fluenting.com

Hombre desmotivado y desbordado¿Amargado porque no avanzas? Te preocupas y te agobias, sí; pero... ¿te ocupas de hacer las cosas de otra forma o sigues empeñado en lo mismo de siempre?

¿Reflexionar es para ti perder el tiempo? Actuar impulsivamente te acaba desquiciando. No creas que para conseguir lo que quieres tienes que estar siempre atareado o hacerlo todo deprisa y corriendo.

Hacer más no es siempre la mejor solución. Cuando estás estresado, añadir tareas o fijarte nuevas metas es echar más leña al fuego. Así te quemarás antes.

Parte del problema está en confundir las prioridades.  Lo principal es que sepas qué es lo realmente importante para ti. Lo que los demás esperan de ti o lo que necesitas para lograr tus objetivos es secundario.

Es fundamental ganar claridad antes de actuar.

¿Tiene sentido para ti lo que haces?

Saber que lo que estás haciendo contribuye a una causa en la que crees y que tiene un impacto positivo en tu vida es el secreto de la felicidad.

Por desgracia, vivir cada día en estado de crisis es lo común. Perdemos calidad de vida cuando estamos en crisis constante. Según Stephen R. Covey esto sucede cuando la mayoría de actividades son urgentes e importantes al mismo tiempo.

Apagar fuegos o hacer las cosas solo cuando son urgentes, te costará caro. Incluso si así consiguieras tus metas, sentirías un vacío al no encontrar mucho sentido en lo que haces.

No confundas lo urgente con lo importante. Para hacer una vida más plena procura que la mayoría de tus actividades sean importantes, pero no urgentes. No dejes que la situación se ponga fea para hacer algo al respecto.

¿Te gusta realmente lo que haces?

Tu satisfacción personal no solo depende de tener metas, sino de tener las metas correctas. Ignorar esto es tirar piedras contra tu propio tejado.

Sé más auténtico. Busca una mayor autonomía. Necesitas sentir que eres bueno en lo que haces, que te gusta y que es importante. Además, es perfectamente compatible con ganar tanto o más que ahora.

Si te conformas con un trabajo que no te ennoblece ni te llena de alegría, estarás renunciando a descubrir las cosas que te gustan y que tienen sentido para ti.

El palo y la zanahoria no bastan para movilizar tus mejores energías y potenciales. Busca dentro de ti hasta encontrar qué disfrutas. Hay formas de hacer lo que te gusta y, al mismo tiempo, pagar tus facturas o aumentar tus ingresos. ¡Encuéntralas! Así es como tendrás una vida más plena.

Quien mucho abarca...

Vivimos en un mundo de gente ocupada. El esfuerzo se confunde con la productividad. Desde pequeños, nuestros padres, profesores y figuras de autoridad nos han enseñado que estar ocupados es 'bueno'.

El esfuerzo inteligente es imprescindible para una vida maravillosa. Los incentivos y las recompensas de otros tienen su gracia. Pero nada de esto debería alejarte de lo realmente importante: sentirte satisfecho por ser quién eres y contribuir al mundo haciendo lo que realmente amas.

Lo comprendo. Yo también estoy muy liado. Tengo mucho que hacer. Hay muchas personas que me importan. Sin embargo, lo que hago tiene un propósito claro que va más allá de ganar dinero o quedar bien con la gente.

También soy yo quien decide a qué dedico mi tiempo, qué actividades son realmente importantes para mí y para mis objetivos, cómo haré mi trabajo, con quién y cuándo.

Tal vez tú sientas que no puedes hacer las cosas a tu manera. Puede que lo veas así, pero no es cierto.

Para salir del pozo, deja de cavar.

¿Quieres cambiar, pero sigues igual que de costumbre? Cualquier comportamiento se refuerza cuando te da de comer o te proporciona un aplauso de tarde en tarde.

Además, como nos enseñan los psicólogos, si lo que haces a veces te funciona y otras no, la situación es aún peor: lo repetirás compulsivamente, lo aprenderás a toda velocidad, incluso si es destructivo.

estres-hombre-enganchado

¿Estás enganchado a tus problemas?

Las emociones pueden ser adictivas. Al repetir un estado de ansiedad, con el tiempo lo harás parte de tu identidad. Por raro que parezca, amargarte la vida puede ser parte de tu estrategia para sentirte seguro —así no tendrás que cambiar nada— pero es muy destructivo.

Vivir agobiado no es lo ideal. Es cierto que te permite echar balones fuera y responsabilizar a otros cuando no tienes claro qué podrías hacer. Cuando te agobias descargas tus preocupaciones sobre los demás. En un entorno tóxico la vida se vuelve difícil.

Uno se siente importante cuando hay muchas cosas que dependen de él. Tú ya eres importante. No cargues tu propia cruz más de lo necesario.

No permitas que las circunstancias tomen el control de tu vida, o las situaciones agobiantes se repetirán constantemente. El mundo está cargado de ansiedad. Tal vez la hayas sentido desde muy niño. Quizá sin querer estés repitiendo la misma historia con tus propios hijos. ¿No crees que es hora de cambiar las cosas?

Cuando vives amargado es muy fácil amargar a los demás.

¡Puedes cambiar de rumbo!…

Para sentirte más a gusto empieza a ganar claridad. Responde a tus retos. Lo que logres a base de palos y zanahorias no te hará feliz.

Busca unos motivos más auténticos y profundos. El dinero está genial — ¡bendito sea!—, pero persigue un propósito que vaya más allá. Defiende una causa en la que creas y que te llene. Dale sentido a tu vida. Dedica tiempo a las actividades que disfrutas. Busca un trabajo que puedas hacer con alegría, que no aborrezcas cada día o hagas sólo por dinero.

¿Solo aspiras a pagar las facturas o llevar tu BMW? No me extraña que te sientas agobiado y te amargues. Tú puedes hacer algo mejor. Empieza a respetar la totalidad de lo que eres. Escucha con qué resuenas. Descubre qué es lo importante para ti y qué te gustaría hacer realmente.

Cuanto antes encuentres tu propia motivación —aquella que te permite gozar de lo que haces y de la razón por la que lo haces— mejor para ti y para todos.

El futuro pertenece a los que disfrutan con pasión de lo que hacen. A largo plazo, ese deseo profundo de dirigir nuestras vidas siempre gana cuando lo escuchas y respondes al reto. Expande y aumenta tus destrezas para vivir mejor tu vida y llenarla de sentido. Así serás más feliz.

¡Recupera el control de tu vida!...

Tener tus propias reglas es un paso en la dirección correcta.

¿Cómo podrías hacer tu trabajo más a tu manera? Identifica en qué momento del día te apetece más hacer una tarea dada. Hazla cuando más te apetece y comprobarás que además eres más productivo.

Enumera tus obligaciones actuales y renuncia a las que no te llenan y no necesitas. Cuanta más autonomía tengas, más motivado estarás y mejor será tu estado de ánimo.

Conozco a varias personas que no quieren dejar de estar amargadas porque tienen miedo de defraudar a los demás y no poder estar a la altura de sus retos. Mi libro titulado "Llegar a Todo — Cómo Fluir en Todas las Áreas de la Vida" te ayudará a superar estos temores y a encontrar un plan de acción personalizado para avanzar hacia una vida más plena y crecer en todas las áreas importantes para ti.

El blog post ¿Por qué sigues haciendo lo que no quieres? está disponible en: Blog de Fluenting



source https://www.fluenting.com/no-te-amargues-encuentra-tus-motivos

¿Por qué sigues haciendo lo que no quieres?

Se ha publicado de: https://www.fluenting.com

Hombre desmotivado y desbordado¿Amargado porque no avanzas? Te preocupas y te agobias, sí; pero... ¿te ocupas de hacer las cosas de otra forma o sigues empeñado en lo mismo de siempre?

¿Reflexionar es para ti perder el tiempo? Actuar impulsivamente te acaba desquiciando. No creas que para conseguir lo que quieres tienes que estar siempre atareado o hacerlo todo deprisa y corriendo.

Hacer más no es siempre la mejor solución. Cuando estás estresado, añadir tareas o fijarte nuevas metas es echar más leña al fuego. Así te quemarás antes.

Parte del problema está en confundir las prioridades.  Lo principal es que sepas qué es lo realmente importante para ti. Lo que los demás esperan de ti o lo que necesitas para lograr tus objetivos es secundario.

Es fundamental ganar claridad antes de actuar.

¿Tiene sentido para ti lo que haces?

Saber que lo que estás haciendo contribuye a una causa en la que crees y que tiene un impacto positivo en tu vida es el secreto de la felicidad.

Por desgracia, vivir cada día en estado de crisis es lo común. Perdemos calidad de vida cuando estamos en crisis constante. Según Stephen R. Covey esto sucede cuando la mayoría de actividades son urgentes e importantes al mismo tiempo.

Apagar fuegos o hacer las cosas solo cuando son urgentes, te costará caro. Incluso si así consiguieras tus metas, sentirías un vacío al no encontrar mucho sentido en lo que haces.

No confundas lo urgente con lo importante. Para hacer una vida más plena procura que la mayoría de tus actividades sean importantes, pero no urgentes. No dejes que la situación se ponga fea para hacer algo al respecto.

¿Te gusta realmente lo que haces?

Tu satisfacción personal no solo depende de tener metas, sino de tener las metas correctas. Ignorar esto es tirar piedras contra tu propio tejado.

Sé más auténtico. Busca una mayor autonomía. Necesitas sentir que eres bueno en lo que haces, que te gusta y que es importante. Además, es perfectamente compatible con ganar tanto o más que ahora.

Si te conformas con un trabajo que no te ennoblece ni te llena de alegría, estarás renunciando a descubrir las cosas que te gustan y que tienen sentido para ti.

El palo y la zanahoria no bastan para movilizar tus mejores energías y potenciales. Busca dentro de ti hasta encontrar qué disfrutas. Hay formas de hacer lo que te gusta y, al mismo tiempo, pagar tus facturas o aumentar tus ingresos. ¡Encuéntralas! Así es como tendrás una vida más plena.

Quien mucho abarca...

Vivimos en un mundo de gente ocupada. El esfuerzo se confunde con la productividad. Desde pequeños, nuestros padres, profesores y figuras de autoridad nos han enseñado que estar ocupados es 'bueno'.

El esfuerzo inteligente es imprescindible para una vida maravillosa. Los incentivos y las recompensas de otros tienen su gracia. Pero nada de esto debería alejarte de lo realmente importante: sentirte satisfecho por ser quién eres y contribuir al mundo haciendo lo que realmente amas.

Lo comprendo. Yo también estoy muy liado. Tengo mucho que hacer. Hay muchas personas que me importan. Sin embargo, lo que hago tiene un propósito claro que va más allá de ganar dinero o quedar bien con la gente.

También soy yo quien decide a qué dedico mi tiempo, qué actividades son realmente importantes para mí y para mis objetivos, cómo haré mi trabajo, con quién y cuándo.

Tal vez tú sientas que no puedes hacer las cosas a tu manera. Puede que lo veas así, pero no es cierto.

Para salir del pozo, deja de cavar.

¿Quieres cambiar, pero sigues igual que de costumbre? Cualquier comportamiento se refuerza cuando te da de comer o te proporciona un aplauso de tarde en tarde.

Además, como nos enseñan los psicólogos, si lo que haces a veces te funciona y otras no, la situación es aún peor: lo repetirás compulsivamente, lo aprenderás a toda velocidad, incluso si es destructivo.

estres-hombre-enganchado

¿Estás enganchado a tus problemas?

Las emociones pueden ser adictivas. Al repetir un estado de ansiedad, con el tiempo lo harás parte de tu identidad. Por raro que parezca, amargarte la vida puede ser parte de tu estrategia para sentirte seguro —así no tendrás que cambiar nada— pero es muy destructivo.

Vivir agobiado no es lo ideal. Es cierto que te permite echar balones fuera y responsabilizar a otros cuando no tienes claro qué podrías hacer. Cuando te agobias descargas tus preocupaciones sobre los demás. En un entorno tóxico la vida se vuelve difícil.

Uno se siente importante cuando hay muchas cosas que dependen de él. Tú ya eres importante. No cargues tu propia cruz más de lo necesario.

No permitas que las circunstancias tomen el control de tu vida, o las situaciones agobiantes se repetirán constantemente. El mundo está cargado de ansiedad. Tal vez la hayas sentido desde muy niño. Quizá sin querer estés repitiendo la misma historia con tus propios hijos. ¿No crees que es hora de cambiar las cosas?

Cuando vives amargado es muy fácil amargar a los demás.

¡Puedes cambiar de rumbo!…

Para sentirte más a gusto empieza a ganar claridad. Responde a tus retos. Lo que logres a base de palos y zanahorias no te hará feliz.

Busca unos motivos más auténticos y profundos. El dinero está genial — ¡bendito sea!—, pero persigue un propósito que vaya más allá. Defiende una causa en la que creas y que te llene. Dale sentido a tu vida. Dedica tiempo a las actividades que disfrutas. Busca un trabajo que puedas hacer con alegría, que no aborrezcas cada día o hagas sólo por dinero.

¿Solo aspiras a pagar las facturas o llevar tu BMW? No me extraña que te sientas agobiado y te amargues. Tú puedes hacer algo mejor. Empieza a respetar la totalidad de lo que eres. Escucha con qué resuenas. Descubre qué es lo importante para ti y qué te gustaría hacer realmente.

Cuanto antes encuentres tu propia motivación —aquella que te permite gozar de lo que haces y de la razón por la que lo haces— mejor para ti y para todos.

El futuro pertenece a los que disfrutan con pasión de lo que hacen. A largo plazo, ese deseo profundo de dirigir nuestras vidas siempre gana cuando lo escuchas y respondes al reto. Expande y aumenta tus destrezas para vivir mejor tu vida y llenarla de sentido. Así serás más feliz.

¡Recupera el control de tu vida!...

Tener tus propias reglas es un paso en la dirección correcta.

¿Cómo podrías hacer tu trabajo más a tu manera? Identifica en qué momento del día te apetece más hacer una tarea dada. Hazla cuando más te apetece y comprobarás que además eres más productivo.

Enumera tus obligaciones actuales y renuncia a las que no te llenan y no necesitas. Cuanta más autonomía tengas, más motivado estarás y mejor será tu estado de ánimo.

Conozco a varias personas que no quieren dejar de estar amargadas porque tienen miedo de defraudar a los demás y no poder estar a la altura de sus retos. Mi libro titulado "Llegar a Todo — Cómo Fluir en Todas las Áreas de la Vida" te ayudará a superar estos temores y a encontrar un plan de acción personalizado para avanzar hacia una vida más plena y crecer en todas las áreas importantes para ti.

¿Por qué sigues haciendo lo que no quieres? se ha publicado de: Revista Fluenting