lunes, 14 de noviembre de 2016

Cuando te dan ganas de matar a alguien, pero sonríes…

Cuando te dan ganas de matar a alguien, pero sonríes… se editó primero en: fluenting

¿Sueles reprimir tus sentimientos de ira “por no liarla”? ¿Te da miedo tu propia reacción si expresas lo que realmente estás pensando?

Un caso hipotético: Estás en una reunión familiar. Tu cuñado bebe un poco más de la cuenta y empieza a soltar por su boca las “lindezas” de siempre. Tú respiras hondo y te dices a ti mismo: “tranquilo, no te alteres”… Pero claro, la tensión va subiendo y tú te vas poniendo más y más colorado.

La tensión se va acumulando en el estómago e intentas respirar hondo. Al final te haces las inevitables preguntas: ¿hablo o me callo? Y si hablo, ¿cómo me aseguro de no perder los papeles?

Contener la ira tiene una intención positiva: no ser destructivo. Quieres actuar correctamente, mantener tu reputación, dominar tus emociones y a ser posible, no echar leña al fuego. Al final decides callarte, por no armarla. Sin embargo, comerte el enfado puede ser muy perjudicial para tu salud mental y física.

Según un estudio realizado en el departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos de la UNED, las personas que reprimen la ira sufren más problemas cardiovasculares que las que la expresan o la controlan.

Por supuesto, tampoco es cuestión de ponerse hecho un energúmeno, con la excusa de que es sano expresar la ira. Esto también puede provocar un aumento de la tensión arterial, úlceras e incluso infartos.

Entonces, ¿lo mato o no lo mato?

Al final decides callarte y no matar a tu cuñado, pero no estás del todo tranquilo. Te gustaría gritarle y convencerle de que tú llevas razón; zarandearle por la cantidad de chorradas que dice hasta hacerle comprender, ¿verdad?

Pues no. Sigue leyendo y sabrás qué hacer en estos casos…

Aprende a gestionar tus emociones. Tanto la ira como otros sentimientos que interpretamos como negativos, están ahí por una razón; nos informan de algo importante. Desde pequeños la mayoría hemos aprendido que hay ciertos sentimientos que no deberíamos expresar, porque nos decían: “no te pongas así”, “no te enfades”, “no llores”, etc. . Pero la opresión no es sana.

Si eres de los que se lo guardan todo mientras muestran una falsa sonrisa, tu tensión irá directa a tu estómago y al pecho. Además, poco a poco te irás cargando, las disputas serán cada vez mayores y, tarde o temprano, crearás un mal rollo. Dicho de otro modo: te convertirás en un agujero negro que absorbe energía de los demás.

Pasos para sacar la ira acumulada en una situación explosiva

Lo ideal es prevenir cultivando una sana inteligencia emocional. Sin embargo, si ya tienes el vicio de reprirte hasta saltar, sigue estos pasos mientras desarrollas tu asertividad:

  1. Busca un entorno seguro
    Lo ideal es que estés a solas durante 5 minutos como mínimo, donde tu energía no se mezcle con la de nadie más. Sé consciente de tu tensión y no la juzgues como mala. Si estás en un sitio público, puedes ir al servicio y decir que luego vuelves.
  2. Piensa en el origen de tu enojo
    A veces nos creemos enfadados por una cosa cuando en realidad es por otra. Ahora estás solo y nadie te juzga. Sé sincero contigo mismo. ¿Por qué te has enfadado? ¿Qué te ha dolido? ¿Qué es lo que realmente necesitas y está bajo tu control?
  3. Pon música relajante
    Si estás en un bucle de pensamiento, y quieres salir de él, puedes entrar en otra sintonía escuchando música. Elige música que te ayude a sentirte un poco mejor. A ir saliendo del bucle. Por ejemplo, a mí me gustan mucho los mantras porque no entiendo la letra y me ayudan a relajarme con rapidez. Concretamente este es mi favorito. Cuando estoy en un sitio público y no puedo poner música, lo tarareo interiormente.
  4. Un buen masaje
    La ira —reprimida o descontrolada— se apodera facilmente de tu cuerpo. Observa a las personas que tienen problemas para gestionar su ira: suelen estar rígidos. Libera tensión poniéndo tu mano en el estómago y, apretando ligeramente, haz círculos mientras respiras despacio. Luego haz lo mismo en el pecho. También puedes agarrar tu dedo anular haciendo un puño con la otra mano, si el ejercicio anterior no es apropiado en tus circunstancias.
  5. Un poco de cariño
    Cuando pierdes los papeles (o estás a punto de hacerlo), es posible que te sientas culpable por no saber actuar con más calma. Acepta cómo te sientes y, después, prueba otra cosa distinta a la de siempre. Independientemente del resultado, felicítate por estar probando formas mejores de gestionar tus enfados.
  6. La más importante…
    Grábate a fuego lo siguiente: solo tú eres responsable de cómo te sientes. Piensa que no está en tu mano cambiar el comportamiento de la otra persona, pero sí el tuyo. Puedes coger espacio y hablar luego. O expresar con asertividad y educación cómo te sientes y lo que piensas.

Recuerda: aunque el detonante venga de fuera, tú decides cómo interpretarlo y cómo sentirte al respecto.

Encuentra formas constructivas de canalizar tus emociones. El deporte o una actividad creativa pueden ser herramientas que te ayuden, pero lo principal es tener humildad. Reconoce cuándo te equivocas y acepta que no siempre llevar razón es tan importante.

Un simple "tal vez me equivoco" o un mero "puede ser", te ayudarán a no engancharte o a salir de la tensión emocional de una discusión.

¿Te gustaría tener más armonía en tu vida y construir relaciones sólidas y gratificantes? Échale un vistazo aquí.

(*) Esta entrada es por cortesía de: www.fluenting.com

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